viernes, 4 de abril de 2014

¿Puede la felicidad perjudicar a los animales?



Los animales experimentan emociones muchas veces de forma similar a como lo hacen los humanos. Y, también de forma similar a los humanos, dedicarse demasiado a los momentos felices puede distraerlos de las peligrosas circunstancias que los rodean en el mundo salvaje… o el patio de tu casa.
En una columna para LiveSciencie, Marc Bekoff, etólogo cognitivo y profesor emérito de la universidad de Colorado, plantea algunas ideas sobre los efectos negativos para aquellos animales que estén “demasiado felices”. ¿Pueden, de hecho, divertirse de forma perjudicial?
Si alguna vez tuviste un cachorro, por ejemplo, es posible que te hayas preguntado algo como eso fugazmente. Es que suele pasar que un perro corriendo de un lado a otro se lastime, o, en su excitación, vaya más allá del juego, muerda demasiado fuerte a otro animal y lo lastime.
La intensidad de las emociones del animal es un elemento a considerar, pero, para Bekoff, también hay un riesgo asociado a las circunstancias que rodean a estos sentimientos positivos. Según el etólogo, los mismos pueden expresarse en el momento y el lugar inadecuados y, de hecho, poner en peligro a algunos animales en su hábitat.
Hay muchos estudios que tocan tangencialmente esta idea, pero ninguno que la abarque del todo. En su artículo, Bekoff cita uno basado en las marmotas del parque nacional Khunjerab, en Pakistán. A partir de los resultados, su colega Daniel Blumstein, de la Universidad de Los Ángeles, sugiere que el juego expone a las marmotas frente a sus depredadores.
En uno de sus libros, Patrick Bateson, de la Universidad de Cambridge, cita otro estudio que muestra que las crías de oso marino ártico tienen más chances de ser cazadas por lobos marinos del sur mientras juegan y especula que esto ocurre porque, durante el juego, los cachorros son menos vigilantes.

El principal argumento de Bekoff, justamente, es que una “excesiva felicidad” podría tener consecuencias físicas y sociales nocivas para cada individuo.
Pero su teoría no termina allí: para este autor, la idea tiene raíces en lo más profundo de la evolución. Bekoff llega a plantear incluso que la selección natural busca eliminar la felicidad y la diversión como rasgo de las especies y especula con lo que llama una “selección estabilizante”, donde se privilegia una selección en contra de estos extremos.

Según esta idea, la evolución continúa intentando enseñarnos, tanto a humanos como animales, que no debería haber demasiada “diversión” en nuestras vidas, que deberíamos ser más cuidadosos y prestar más atención a nuestro entorno.
Pero puede que las cosas no sean del todo como las plantea este estudioso del comportamiento animal. Al fin y al cabo, el argumento de Bekoff tiene que ver solo con posibles descuidos en momentos en particulares y no con instancias permanentes de su conducta.
A juzgar por millones de años de evolución, el juego y las distracciones continúan fuertes tanto en nuestra programación evolutiva como en la de estos animales. ¿Será que en realidad se supone que evolucionemos con ellos?
¿Qué piensas tú del argumento de Bekoff?






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